IMAGINAD CUANTO QUERÁIS. NADIE PODRÁ DECIROS BASTA.

viernes, 29 de julio de 2011

ALBERT PLA Y FONOLLOSA

Puedo empezar
Tengo ya preparadas las respuestas
para las entrevistas periodísticas
que me hagan en la prensa radio y tele.
Querrán saber qué opino y cómo soy,
me mostraré ingenioso
y espontaneo.

Tengo ya preparadas unas listas
de personalidades muy importantes
e incluso redactados ya los textos,
muy agudos,
de las dedicatorias.

Tengo ya preparadas las metáforas
que servirán como brillante ejemplo
o síntesis que aclare lo que exponga.

Y tengo preparada mi postura,
al sentarme o de pie,
tono de voz,
expresión de los ojos y la boca

Todo está preparado
Todo a punto,
puedo empezar pues
a escribir mi libro.

EUGENIO RECITANDO A FONOLLOSA

2 comentarios:

  1. ¡Claro! ¡Un humorista recitándolo! También funciona. Cada vez tengo menos dudas sobre Fonollosa: me gusta. Ferrán Adriá lo podría haber titulado: deconstrucción del cuento de la lechera que pudiera haber escrito Bret Easton Ellis, jajaja.
    Éste poema me recuerda también a un cuento del Mulá Nasrudin, el incomparable. Concretamente cuando presume de la construcción de su casa enseñando un ladrillo sólo para devolver la humildad a un intelectual que se regocijaba del brillo de su pensamiento porque había escrito un libro. Ramón gómez de la Serna también atizó algún soplamocos semejante a más de uno en el café Gijón. Si de algo podemos presumir con la literatura es del deslumbrante ingenio de las más envenenadas e ilustres lenguas de nuestros literatos, ¿eh?

    Gracias, Bel. Buen hallazgo.

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  2. Sólo por incordiar con cierto realismo sucio: Adam Wolniewicz. (Traducción de E.Z.)

    "Los nudistas viejos"

    Pálido en mi vergüenza, los contemplo:
    los viejos, los patrones de la playa.
    Animales sagrados, se pasean
    en grupo por la arena, discutiendo
    algún tema trivial, como si el mundo
    no fuera de los otros. Salpicados
    de plata y sal los vientres de los hombres,
    como tambores de un metal oscuro;
    columpiando sus pechos las mujeres
    como tubérculos enormes: visten
    sus cuerpos como quien encuentra ropa
    sin estrenar en el placard y, luego
    de arrancar la etiqueta, se la pone.
    Como menhires bajo un sol que aturde,
    parecieran estar diciendo: Somos
    polvo y sombra, aunque sombra que camina
    hacia la luz y polvo que fecunda
    una semilla, al tiempo que se funden
    en el abrazo amniótico del mar.

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