Las palabras fueron avispas
y las calles como dunas
cuando aún te espero llegar
de un momento a otro.
En un ataúd guardo
tu tacto y una corona
y el pelo enmarañado
queriendo encontrar
un arco iris infinito.
No sé distinguir
entre besos y raíces,
no sé distinguir
lo complicado de lo simple.
Mis manos que aún son de hueso
y tu vientre sabe a pan,
la catedral que es tu cuerpo...
Eras verano y mil tormentas,
y yo el león, que sonríe a las paredes
que he vuelto a pintar
del mismo color.
No sé distinguir
entre besos y raíces,
no sé distinguir
lo complicado de lo simple;
y ahora estás en mi lista
de promesas a olvidar.
Todo arde si le aplicas
la chispa adecuada.
El fuego queda a veces propio
la ceniza siempre ajena.
Blanca esperma resbalando
por la espina dorsal.
Ya somos más viejos y sinceros,
y qué más da
si miramos la "laguna"
como llaman a la eternidad
de la ausencia.
viernes, 2 de septiembre de 2011
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