En mis primeros años de docencia llevaba un maletín de piel que me regaló alguien muy muy especial.
Ese maletín hace aguas por el mucho uso.
Desde el pasado curso voy a trabajar con mi mochila de esparto.
Cuando la deseche por el uso, sé que no contaminará nada. Los remates que lleva también son biodegradables, hechos con hilo de cáñamo.
El planeta necesita de nuestro cuidado. En cada gesto diario.