Siempre he tenido una capacidad de abstracción asombrosa, para bien o para mal.
También he olvidado cosas importantes por ello.
Aunque, sin duda, me ha regalado más alegrías que penas... mi cerebro cambia a otro estado: está jugando, está creando, se divierte. Y se olvida del mundo.
No quiero perder ese don, cada vez me hace más falta, frente a un mundo hostil, lleno de ruido, de personas huecas, de fachadas, de escalones, de injusticias, de miserias...
El tiempo desaparece cuando fluyes creando y dejas de ser tú para fundirte.
Pura belleza.
Ahora es el esparto, maravillosa fibra. Podría ser el aire...