martes, 9 de junio de 2020

¿BAILAS?

Adoro las sandalias, pero las cómodas.
Ando en la búsqueda de mi sandalia ideal. Llevo años en el intento. Con algunas, me he acercado; otras, ni siquiera se podían llevar.
Las alborgas tradicionales, sin ir más lejos, son rechazadas por mis pies: suela demasiado rígida, como le ocurre a esas cuñas que anuncian por doquier con el hashtag #esparto y no llevan ni gota.
De momento, las más agradables son las de cáñamo y las de yute, fibras más suaves que el esparto.
Pero, durante este confinamiento, Carlos Vázquez, un artesano al que admiro mucho, propuso, en su canal de Youtube ESPARTEANDO, hacer una réplica de las sandalias neolíticas encontradas en la Cueva de los Murciélagos. E invitó a que pensáramos cómo podían haber sido creadas entonces.
Desde luego, han demostrado ser un buen diseño con los milenios que llevan a la espalda, o en el talón.
Su elaboración me pareció complicada, y no son excesivamente cómodas, aunque es hermosa la propuesta de Carlos, el intento de cambiar de piel retrocediendo en el tiempo.
Lo que me gustaría es encontrar un modo de fabricación sencillo, pero con un resultado resistente y confortable para un pie poco curtido. Y si fuera con esparto, mejor que mejor.
Pero el esparto se lo pone difícil a mis pies.
Otra solución es curtirlos.